“Debemos pensar en cuánto le cuesta a la sociedad mantener a las mujeres en trabajos precarios que no contribuyen a la economía al nivel que podrían hacerlo. Las mujeres son una fuerza laboral muy potente, pero las empresas y el gobierno no están tomando la responsabilidad de darle a las trabajadoras un sistema de apoyo para los cuidados”.

El movimiento del 8M se hace cada año más fuerte y poderoso, como cada una de las mujeres que lo componen. Se lucha por hacer visibles los derechos de las mujeres, que son derechos humanos; se busca terminar con los acosos, violencia de género, brecha salarial y las desigualdades en todas sus formas.

Hasta hace poco, la expectativa impuesta sobre las mujeres era estar exclusivamente en el hogar al cuidado de la familia, lo cual las ponía en una situación de dependencia, realizando tareas no remuneradas, no reconocidas públicamente y que no les daban ningún tipo de autonomía económica. En la actualidad, se han ido insertando al mercado laboral y, en muchos casos, han tenido que ser las principales proveedoras del hogar, pero eso no les ha quitado la carga de cuidados.

El mundo laboral está todavía muy masculinizado, la inserción de las mujeres es muy lenta y muchas veces se enfrentan a condiciones precarias. En primer lugar, porque se encuentran más al margen del empleo formal que los hombres, esto porque muchas veces ellas mismas buscan trabajos flexibles que les permitan cumplir con su otra jornada (el trabajo del hogar), y eso hace que establecerse en un trabajo no sea sencillo. Hay millones de mujeres que trabajan en la informalidad, no por deseo o decisión, sino por falta de oportunidades y por sobrecarga de cuidados. Ellas dedican 50 horas al trabajo del hogar, 2.5 veces más que los hombres.

Debemos entender que la sobrecarga en el trabajo de cuidados no es algo natural, sino diseñado institucionalmente, no contamos con servicios públicos que respondan a las necesidades de los cuidados: los horarios escolares no coinciden con los horarios de trabajo, las guarderías tienen muchas barreras para recibir a los niños, no hay servicios de apoyo y acompañamiento a adultos con discapacidad, entre muchas otras deficiencias.

Si el trabajo de cuidados se dividiera entre los hombres, las mujeres, el Estado y las empresas, esas tareas se podrían repartir de una manera mucho más equitativa y no recaerían en su mayoría sobre las mujeres. De esta manera, ellas podrían tener un trabajo mejor remunerado y con mayor estabilidad.

Además de la amplia brecha salarial entre hombres y mujeres que esto provoca, las mujeres están expuestas a situaciones de acoso, hostigamiento y/o violencia en sus diferentes espacios de trabajo. No todas las mujeres experimentamos esta discriminación de la misma manera, hay mujeres que, por tener ciertas características, están todavía más expuestas, ya que los prejuicios y estereotipos contra ellas se encuentran institucionalizados y carecen de protección a su derecho a la igualdad. Ejemplo de ello son las mujeres indígenas, mujeres con discapacidad, lesbianas, si son muy jóvenes o mayores.

Es un tema complicado, porque al final es una violencia que no se reconoce y es una brecha que no se ve, pero ahí está. En un estudio que hicimos el año pasado en Oxfam México sobre redes de cuidados, documentamos lo que muchas ya saben por experiencia propia: que esas redes están construidas básicamente por mujeres, por niñas, que desde pequeñas están cargadas con las tareas de cuidados, que muchas veces tienen que abandonar sus hogares y sus trayectorias escolares para hacerse cargo de los parientes que les requieren.

Entonces, ¿qué se puede hacer? Se deben tomar medidas legislativas y presupuestales para lograr un sistema de cuidados. Actualmente, la reforma constitucional sobre cuidados que pasó por la Cámara de Diputados está detenida en el Senado, con la gran interrogante de cómo se pagaría un sistema de cuidados a la altura de las necesidades de las y los que habitamos en este país.

Pero me pregunto: ¿no es también importante cuantificar lo que cuesta no tener este sistema de cuidados? Debemos pensar en cuánto le cuesta a la sociedad mantener a las mujeres en trabajos precarios que no contribuyen a la economía al nivel que podrían hacerlo. Las mujeres son una fuerza laboral muy potente, pero las empresas y el gobierno no están tomando la responsabilidad de darle a las trabajadoras un sistema de apoyo para los cuidados.

El sector privado debería abrir guarderías y considerar licencias más equitativas, incluso de incentivos, para lograr que hombres y mujeres tomen responsabilidad de los cuidados por igual. Esto ya pasa en otros países, le dan incentivos a los hombres para que se tomen las licencias de paternidad. Hoy todo el mundo, todos y todas podemos contribuir realmente a construir este sistema.

Los empleadores, si quieren atraer talento, van a tener que tomar medidas y tener un sistema de cuidados. La cultura sí está cambiando, las personas valoran más el tiempo con sus familias. Con este cambio de mentalidad en las personas, se tendrá forzosamente que ir construyendo alternativas laborales que se adapten a las nuevas necesidades sociales y que transiten de un modelo muy patriarcal, muy basado en un salario para toda una familia, con el rol dividido entre hombres y mujeres, a una combinación de ingresos y una adaptación a familias diversas.

 

Fuente: El Economista